::: Dinámicas para tutoría :::
Umoja, aldea de mujeres
Autora: Nicole Thibon
Yolanda JB - http://www.educarueca.org / Lunes 29 de junio de 2009
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Es la historia de una mujer, Rebecca Lolosoli, y de una aldea, Umoja, una "success story" de las que gustan por ser tan escasas y no llegar nunca a la primera página de los periódicos.

Hace unos diez años, unas mujeres de Kenia decidieron abandonar sus hogares y fundar una aldea. Sus motivos no eran faltos de peso. Todas habían sido violadas por soldados ingleses, abandonadas por sus maridos y desterradas de la comunidad según una ley muy común para este tipo de delito que quiere que la culpable sea la víctima. Una vez que la nueva aldea estuvo más o menos construida –un par de docenas de casitas de barro y paja dispuestas en círculo en lo alto de una colina cercana a la Reserva Nacional de Samburu, una región de enorme belleza, aunque más o menos abandonada a causa de la sequía y baja productividad–, las mujeres decidieron que allí jamás un hombre sería admitido y que la aldea se llamaría Umoja, que quiere decir “unidad” en Swahili.

Alentada por este primer éxito, Rebecca recorrió las aldeas de los alrededores para hablar a las mujeres de sus derechos y convencer a las apaleadas de que rehusasen toda relación sexual con un marido violento o polígamo. “Las mujeres han de exigir primero su derecho. El respeto vendrá después.” Refugio para las azotadas y lugar de asesoramiento para viudas sin recursos, la aldea da también cobijo a las que, como una niña de trece años, sobrina de la misma Rebecca, deben unirse en matrimonio con un hombre tres veces más viejo. En esta aldea, prohíbida a los hombres, no hay escisión para las pequeñas, no se las casa con viejos y los muchachos ayudan a las mujeres en el trabajo. Hoy, medio centenar de mujeres con sus 150 hijos viven y trabajan en Umoja. Emocionante resultado de la inteligencia, del coraje y de la determinación, aquello que no era sino un refugio de mujeres que comenzaban de cero se convirtió rápidamente en un lugar económicamente viable, próspero, pacífico y, si no temiéramos la palabra, feliz.

La región, una de las más espléndidas de Kenia, está surcada todo el año por autocares cargados de turistas que, empuñando las cámaras, llegan ávidos de artesanía. Las mujeres de Umoja comprendieron enseguida el provecho que podían sacarle a esto, y reciben a los turistas en un campamento muy cómodo, les enseña su centro cultural y venden en la tienda artesanal toda la muñequería que producen y que enloquece a los turistas . Es aquí donde esta bella historia adquiere un carácter francamente cómico. Los maridos rechazados de la aldea cercana decidieron primero atacar. “Cuando los hombres nos arrojaron piedras decidí hacer caso omiso –cuenta Rebecca–y preguntarles a las mujeres: ‘¿Estáis bien? ¿Vuestros hijos están bien? ¿Vuestras vacas están bien?”. Entonces intentaron crear un pueblo ahí cerca –digamos a distancia de un tiro de piedra– y copiar las recetas económicas de sus ex compañeras. ¡Ay! “En la comunidad de Samburu sigue siendo la mujer quien trabaja. Se despierta temprano, hacia las tres, trabaja todo el día y se acuesta tarde, hacia las 11 de la noche. El hombre duerme cuando y cuanto quiere. Al despertar reclama su desayuno, saca a veces el ganado del establo y se echa a dormir bajo un árbol. El resto del tiempo juega con sus amigos y exige que se le lleve la comida donde se encuentre”. El resultado era previsible y la aldea competidora fue abandonada.

Al haber fracasado en los hechos, el jefe de esta aldea rival, Sebastián Lesinik, intentó defenderse en el terreno de las ideas: “El hombre es la cabeza. La mujer es el cuello. Un hombre no puede recibir consejo de su cuello… Una mujer no es nada en nuestra comunidad. No tienen la posibilidad de contestar a los hombres o de hablar frente a ellos, tengan o no razón”. Y luego, con filosófica resignación: “Ella está cuestionando lo más profundo de nuestra cultura. Ese parece ser el asunto en estos tiempos modernos… las mujeres que causan problemas como Rebecca.” Pero las cosas tampoco resultan fáciles en el terreno de las ideas. Es así que otros grupos lograron presentar en el parlamento de Kenia proyectos de ley que prohíben los matrimonios abusivos y la mutilación genital y condenan la violación. Centenares de mujeres viudas de maridos víctimas del sida se agrupan en torno de Margaret Auma Odhiambo, otra heroína que las defiende. En la vecina Uganda, miles de mujeres luchan contra la poligamia, fuente incontrolada para la propagación del sida. En el parlamento de Ruanda, país mártir de un genocidio con 800.000 víctimas, las mujeres ostentan hoy el 49% de los escaños. En Níger, las mujeres luchan por entrar en la política y piden la posibilidad de presentarse en las presidenciales: “Los hombres no han sabido gobernar correctamente este país”, explican.

Sin dudas, queda mucho camino por hacer, aunque sea en Derecho consuetudinario. En este continente tan paradójico, las africanas proveen el 70% de la producción de alimentos, pero no disponen de ningún derecho a bienes raíces, prerrogativa de los hombres. En Zambia, la mayor parte de las viudas tiene vedado el acceso a las tierras de familia. En Swazilandia, las mujeres no pueden ser propietarias de tierras por ser menores ante la ley. En Kenia, la ley estipula que hombres y mujeres tienen los mismos derechos en cuanto a la herencia, pero cuando un hombre muere sin testamento, lo que suele ser el caso general, la transmisión de la tierra se rige por la ley consuetudinaria del grupo. En la práctica, estima un estudio de Naciones Unidas, las mujeres no tienen ningún derecho en cuestiones de herencia. “Estamos al principio de algo importante para las mujeres de África”, dijo Margaret Auma Odhiambo, de Kenia. ¡Insh’ Alá!

Nicole Thibon es periodista.

Ilustración de Miguel Ordoñez

Fuente original: http://blogs.publico.es/dominiopublico/1342/umoja-aldea-de-mujeres /

Visto en: http://lasdel8.blogia.com/



Foro

  • Umoja, aldea de mujeres
    8 de agosto de 2009, por http://www.educarueca.org

    Coincido contigo en tu comentario. Especialmente me gustaría resaltar lo de "el silencio nos hace cómplices". Demasiada prisa, demasiado estres nos llevan en ocasiones a justificar con el silencio lo injustificable. Y si en septiembre yo pudiera empezar un poquito más despacio, dándole más tiempo a menos cosas, sería un comienzo ideal ... Un abrazo, Yolanda

  • Umoja, aldea de mujeres
    30 de julio de 2009, por Paco Tejero

    Leyendo la prensa de nuestro mundo en crisis me preocupo por la pérdida de legitimitad de la democracia (mal entendida y peor puesta en práctica) y por el ascenso del populismo. Creo que forma parte de la naturaleza humana tanto el altruismo y la solidaridad como la crueldad. Basta con que se den minimamente las circunstancias para que cometamos una atrocidad o un acto encomiable. Aunque no creo que una misma persona pueda hacer ambas cosas. Somos de uno u otro tipo, y siempre nuestro siléncio es cómplice.
    No podemos renunciar (quiero decir como especie) a la capacidad de hacer daño y abusar de los demás(más frecuentemente las demás) pero podemos dotarnos de mecanismos como la democracia para evitar que lo peor de nosotros mismos nos haga convertirnos en monstruos. Claro está, siempre que esta no sea un mero formalismo ritual en el que deciden los más manipulados y desinformados.

    Un abrazo desde Almería, donde intento sobreponerme de una sobredosis de blogosfera en los últimos meses.

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